Estudiar en el extranjero no solo supone aprender un idioma, es una experiencia mucho más enriquecedora que nos permite relacionarnos con gente de todo el mundo, compartir otras costumbres, otros alimentos, otras formas de entender el ocio y mucho más. Constituye, además, una inversión significativa en el currículum académico del estudiante con una gran valoración por parte de las empresas, especialmente las multinacionales.
Por todo ello, un año de estudios en el extranjero constituye una recomendación habitual de profesores y profesionales, ya sea durante la enseñanza obligatoria (periodo en el que resulta más sencillo aprender nuevos idiomas) o ya en la universidad y otras modalidades de estudios superiores.
Tres son las preguntas fundamentales que debemos responder para empezar la aventura:
¿Dónde va a vivir mi hijo?
Hay que prever las particularidades del país de destino y, en el caso de que no esté incluido en el programa elegido, sus opciones de alojamiento. Puede que resulte más rentable o cómodo ir a una residencia de estudiantes si, por ejemplo, se acude en solitario. Es una forma excelente de conocer gente nueva, es probable que tengamos un servicio de comida, mejor equipamiento pero también habrá que cumplir unas normas y horarios establecidos. Si se decide compartir un piso (opción solo disponible en algunos programas) se tendrá más libertad y más responsabilidades, las que acarrean la independencia y la convivencia.
Compartir la estancia en una familia autóctona (en el caso de FSL, tras un cuidados proceso de selección) resulta una opción excelente para los más pequeños pues garantiza todos los cuidados y atenciones que puedan necesitar los más pequeños así como una inmersión total en el idioma.
¿Cuánto dinero se necesita para vivir?
Es muy importante evaluar el nivel de gasto que tendremos en nuestra estancia fuera. En primer lugar, conviene conocer qué conceptos están incluidos en los programas de estudios y a cuáles tendremos que hacer frente por separado. La residencia, alquiler o dieta para la familia de acogida, la cobertura de la alimentación y de las necesidades básicas (lavandería, transporte, teléfono, internet, material de estudio) son los principales gastos. A ellos habría que añadir los gastos extra, ya sean actividades extraescolares o cualquiera de las opciones de ocio a disposición de los estudiantes.
Cabe destacar la relevancia de las divisas y su tipo de cambio en el coste total de la estancia, especialmente si la moneda de curso legal en el país no es el euro o el dólar americano. Puede incrementar o reducir el coste en función del momento económico. Por ello, conviene planificarse con tiempo suficiente y asesorarse al respecto.
La ciudad, por otro lado, es también un factor determinante. Existen amplias diferencias entre las grandes capitales y otras ciudades menos representativas donde el coste de vida puede resulta muy inferior. A continuación puede ver un cuadro resumen del estudio que elabora anualmente The Economist sobre el coste de vida de las principales ciudades del mundo (Worlwide Cost of Life 2016).
Por supuesto, preguntar a otras familias que hayan tenido alguna experiencia reciente similar en la ciudad de destino que se desea siempre resulta de mucha ayuda.
¿Qué llevar en la maleta?
Un año entero fuera de casa suena a sinónimo de mucho equipaje y aunque sin duda la maleta no será pequeña, podemos optimizar la mudanza. Es importante diferenciar lo indispensable de lo prescindible.
La climatología de la ciudad de destino será, como en tantas otras aspectos, determinante. El norte de Europa se caracteriza por ser húmedo y frío por lo que la ropa de abrigo será mayoritaria. Sin embargo, si nuestro destino es Los Ángeles, podemos ahorrarnos varios kilos de ropa. Útiles de aseo más personales, ropa de abrigo y de mayor calidad (camisetas a un euro hay en todas partes), calzado, pequeños aparatos electrónicos (cargadores, maquinillas, secadores, etc), así como la ropa interior son los aspectos básicos.
Conviene no olvidar un portadocumentos con todos los papeles relativos al viaje, desde seguros hasta facturas, con el fin de tener toda la información y documentación que se pueda necesitar.
Un pequeño botiquín no es nunca un mal consejo, sobre todo para hacer frente a resfriados o malestar de estómago. Por supuesto, si tiene algún tipo de prescripción médica o alimenticia, será importante organizar la cobertura de la misma, ya sea un tratamiento farmacológico o una dieta restrictiva.
Hacer una lista es una gran consejo que apenas lleva unos minutos y puede ahorrar muchos quebraderos de cabeza. ¡Ojalá este post ayude! Lo más importante es viajar cargados de ganas de aprender, de conocer gente y de disfrutar.
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